La última noche en la que vi a mi hijo
Marcos, un niño
de diez años, era natural de Alcorcón (Madrid). Sus padres se llaman Carlos y Celia. La mañana del 17 de abril
del 1995, Celia encontró a su hijo un poco cabizbajo
y le dijo — hijo, ¿qué te pasa? — a lo que el hijo le contestó —
nada, mamá, ayer en el
colegio, mi amigo Roberto empezó a insultarme y me siento dolido, porque desde pequeños hemos estado siempre juntos
y no esperaba que mi mejor amigo me hiciera
eso. La madre trató de consolarlo diciéndole —no te preocupes, será que ha empezado
a salir con gente más grande y le están inculcando unos valores bastante
malos para su edad.
—Mamá, no vayas a casa de Roberto ¿vale?
— dijo Marcos.
—No te preocupes,
no lo haré, pero, tendremos que hablar con sus padres para que no lo vuelvan
a hacer — dijo Celia a su
hijo.
Su madre
sorprendida por lo que le había contado su hijo, se dirigió a la casa de
Roberto para comentarle a sus
padres lo que había ocurrido el día anterior en el colegio. Cuando llegó a la casa de Roberto, llamó
al timbre y le abrió
Casandra –la madre de Roberto-. De muy mala gana,
Casandra invitó a Celia a entrar a su casa y ésta empezó a contarle lo sucedido
con sus hijos.
—¿Qué es lo
que quiere, Celia? ¿No pretenderá que castigue a mi hijo por algo que no sabemos
si es verdad? —dijo Casandra.
—¿No estará
diciendo que mi hijo es un mentiroso, porque no se lo voy a tolerar?
—dijo Celia.
—Perdóname
que la invite a salir de mi casa, porque no pienso aguantar que una madre barriobajera venga a darme instrucciones
de cómo tengo que educar a mi hijo —dijo Casandra.
Celia que se
quedó atónita con la actitud de la madre de Roberto, se dirigió al colegio para poner en conocimiento la situación a los profesores. La tutora, llamada
Marta, acudió enseguida alarmada por lo que estaba oyendo en boca de Celia,
mientras se lo comentaba a la directora.
—Señorita
Marta, gracias por venir a interesarse por el asunto, como le comentaba a la directora, mi hijo me ha contado que ayer
Roberto empezó a insultarlo y mi hijo quedó avergonzado delante
de todos sus compañeros.
—Señora Celia,
disculpa que la interrumpa, pero lo que cuenta son cosas de niños y seguramente no vuelva a suceder, pero si
sucede, estaremos todos atentos para evitar males mayores.
La pobre Celia se
volvió a casa y allí empezó a contarle a su marido lo que estaba ocurriendo con su hijo. Su esposo intentó
tranquilizarla diciéndole que eso podría ser tal cual las profesoras le habían indicado,
podrían ser unas “chiquilladas” pero no sería nada más. La madre, aunque menos, siguió intranquila.
A las cinco
de la tarde, Marcos volvió a casa tras un duro día en el colegio. Su madre enseguida
se percató que traía la cara llena de arañazos
y varios moratones
en las rodillas. Y rápidamente le preguntó — Marcos, ¿qué te ha pasado? ¿ha sido Roberto?
—le dijo su madre.
—Mamá, déjame,
no quiero hablar de eso, solamente ha sido una caída contra un árbol del colegio
y me he arañado y me he llenado de moratones
—dijo Marcos.
—¿Por qué te han
hecho eso? ¿Qué es lo que está pasando hijo mío? ¿No pensarás que vamos a dejar esto así?
—Mamá, no hagas nada, esto no es nada,
si lo cuentas o intentas
algo contra ellos o contra
su familia, me afectará directamente porque se meterán más conmigo, me
insultarán, me pegarán y me harán
de todo porque me han dicho que soy
un débil.
—Marcos, no
vuelvas a decir eso, tú no eres débil, eres la persona más fuerte que he conocido
jamás, tú podrás con todo.
Marcos salió
corriendo hacia su habitación, que estaba en el segundo piso, y allí empezó a organizar un plan para acabar con todo. Él ya tenía
la solución en su cabeza
desde hacía mucho
tiempo y estuvo desarrollando
esa idea durante varias horas.
A las diez de
la noche, Celia llamó a su hijo para que bajara a cenar, pero éste no respondía. Decidió subir y lo encontró
llorando, ávidamente escondió
un papel y lo metió
debajo de su cama.
Durante la cena, sus padres estuvieron discutiendo sobre lo que estaba
sucediendo con su hijo
y los padres ya tenían todo decidido; primero, denunciar a Roberto y segundo, cambiar
a su hijo de colegio, porque así no podía seguir.
Antes de bajar del todo, Marcos
se quedó escuchando en las escaleras
y se enteró del plan de sus padres, pero, consternado, decidió bajar a cenar con ellos.
—Mamá, mamá
¿qué me tienes preparado para cenar en esta última noche? —dijo el niño.
—Hijo, tengo
lo que más te gusta, unas patatas fritas, un huevo frito y dos salchichas — dijo
la madre.
—¡Qué rico todo, mamá! ¡Gracias por prepararme mi plato favorito!
Espero que siempre
te acuerdes de él y me
lo prepares por siempre.
La madre no se percató de que el niño había hecho una pregunta un tanto extraña,
¿cómo que última
noche? —muchos se preguntarán. Al terminar de cenar siguieron conversando.
—Cariño, mañana
no vas a ir al cole, te llevaremos al lugar que más te guste y espero que elijas el mejor porque queremos complacerte —dijo Celia.
—Mamá, papá, muchas gracias
por todo, no hace falta que me dejéis hacer lo que quiera, no hace falta que me llevéis a sitios
bonitos o deseados por mí. Lo que me hace falta es, que, aunque no esté
aquí, me sigáis queriendo.
Los padres enmudecieron y le preguntaron a su hijo:
—¿Cómo que no vas a estar
aquí? ¿A dónde
vas a ir hijo mío? —le dijo el padre.
—Nosotros te
cuidaremos siempre, no debes huir, todo esto se solucionará —dijo la madre.
—Iré muy lejos, ya lo veréis,
allí todo habrá acabado. Seré el mejor que va a haber allí— dijo el
niño con tristeza y lágrimas en los ojos.
El niño decidió irse a su habitación y los padres
le transmitieron sus ánimos y le repitieron sus mejores planes para la mañana siguiente. Marcos les dio
dos besos a cada uno y les dijo —no
me olvidéis, sois y seréis los mejores padres— el comentario del niño fue inusual. Pero, los padres no advirtieron
nada raro en la actitud de su hijo y se fueron
también a la cama. Tenían muchos planes para hacer con su hijo y se
fueron contentos porque sabían
que iban a complacer a su hijo con muchos regalos y viajes, y esto lo iba a animar.
Eran las doce
de la noche, cuando se oyó un fuerte golpe, como si algo hubiera caído desde el piso de arriba al patio. Celia y
Carlos subieron con rapidez para ver si le había pasado algo a su hijo, entraron en su habitación y no estaba. En
la cama había un papel con algo escrito y la ventana
estaba abierta. Temerosos los dos, se dirigieron a la ventana,
se asomaron y vieron que su hijo estaba tumbado en el suelo. No se
movía, no hablaba, no respondía a las llamadas de los padres.
Los padres
aterrados, bajaron corriendo y salieron al patio trasero dónde había caído su hijo. Ellos no especularon con nada, solo
pensaron que habría sido un accidente, querían
salvarlo, pero ya era tarde,
su hijo ya ni tenía pulso
ni respiraba.
La madre
cayó en la cuenta de que había visto algo encima de la cama de Marcos
y subió rápidamente por las escaleras, al llegar, dudó entre sí debería coger o no la carta.
Al final, decidió leerla y se encontró con una
despedida, no lo quería creer, pero su hijo se había quitado la vida, la situación ya no le permitía seguir
viviendo, no lo pudo aguantar.
La madre leyó la carta con lágrimas en los ojos y decía:
“Mamá, papá, gracias por cuidarme, gracias por salvarme una y otra vez, gracias por querer darme lo mejor. Sois y seréis los mejores padres del mundo, no me olvidéis, queredme como me habéis querido hasta ahora. No puedo soportar lo que están haciendo conmigo, solo sé que mi vida no vale nada.
Muchos besos, vuestro hijo Marcos”.
—Así ha acabado
mi hijo, no dejéis que vuestros hijos acaben igual. ¡Acabemos con el acoso
escolar! ¡Acabemos con el bullying!
—dijo la madre entre lágrimas.
—Vuela
alto hijo mío, vuela tan libre como un
colibrí, allí en el cielo no
te dejes atrapar por nadie. ¡Vive libre! ¡Vive en paz!
Las madres de los alumnos que habían acudido
a la conferencia aplaudieron y decidieron luchar
para que sus hijos
no acabaran igual que Marcos había acabado.
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